Sunday, March 05, 2006

Un nuevo marzo

¿Porqué el día antes de entrar a la U uno se pone a pensar en todas las cosas que tenía que hacer y que no hizo en las vacaciones? Como por ejemplo, ir al dentista, ir a buscar los exámenes olvidados, leer los chorrocientos libros que arrendó en la biblioteca, ir a ver muchas veces a la abuela, conversar largas horas con los amigos...
En vacaciones uno siempre quiere hacer lo que no se puede hacer durante el año académico porque el tiempo es corto, y definitivamente, hay muuuuucho que leer. Sin embargo, las vacaciones a su vez también se hacen cortas, porque hay muuuucho que hacer, y así nos pasamos la vida pronosticando mañanas llenos de actividades que finalmente no caben en la absurda cronología.

Mañana es un nuevo marzo, y hoy, aún en vacaciones, no puedo dormir. ¿Será que me quedan muchas cosas por hacer, y pocas horas de ocio? Paradójico, por decir lo menos. Y es que, espíritus como el mío no dejan de exigirse ni siquiera en vacaciones. Bueno en realidad, el secreto está en que sí dejo de exigirme en vacaciones, el problema es el último día cuando me reprocho todo lo que quería hacer y no hice.
Es triste, debe ser parecida a la sensación que tienen los muertos que se quedan en el mundo penando porque les quedaron asuntos no resueltos en vida.
Tragi-cómico.

En todo caso la situación no es tan dramática, cuando miro atrás y pienso: "Claro, puede que no haya leído todos los libros que quería leer, puede que no haya ido al dentista como prometí en medio del estrés semestral del año pasado, pero sí disfrute plenamente del ocio, de las tardes de sol y mente en blanco, y del sur..."
Puedo decir tranquilamente que disfruté el ahora-sin-expectativas. Y claro, puede ser que no me sienta preparada aún para entrar a clases, porque aún siento que no he cambiado el mundo, pero sí reí, leí, comí, dormí (cuatro verbos que escogí sólo por que se conjugan igual, porque también quise escribir: descansé, viajé, toqué guitarra, conversé, pero esos vendrían siendo para otra frase)...

En fin. Me siento un poco ridícula, un poco infantil en este desvelo pre-universitario, pero no hay nada que hacerle, se me ocurren las ideas más absurdas cuando no duermo (o sea, siempre que estoy despierta!). Esta noche, quise escribir.

Quise escribir que no quiero entrar a clases, porque las vacaciones no me alcanzaron para recorrer el mundo liviana de equipaje, y escribir un libro sobre eso.
¡Pero qué más da! La Universidad me espera llena de sorpresas, de cosas interesantes escondidas en las aulas, de frases incomprensibles que tendré que descifrar de la mano de algún clásico libro de psicología. (¿Sabían que ir a la Universidad es como jugar a la Búsqueda del Tesoro? La diferencia, es que tal tesoro no existe, y la frustración de no encontrarlo alcanza para que nos empeñemos en buscarlo incluso -los más apasionados- toda la vida...) En cualquier caso, no sé a estas alturas si es más seductora mi idea de viajar por el mundo, cual caminante sin camino, o un escritorio repleto de fotocopias que sacien mi sed de conocimiento. Ambos futuros me seducen: es sólo que no tengo opción, mañana es un nuevo marzo, y con él las infinitudes de mundos por descubrir y por inventar, en alguna casa, de madrugada, estudiando quizás psicoanálisis e inventando teorías paralelas que nos mantengan a todos despiertos hasta las seis de la mañana para luego rendir el famoso examen y salir a festejar...
Ya quiero abarcarlo todo, ya quiero hacer mío ese conocimiento, ese conocimiento que nunca se alcanza porque es eterno (ese tesoro). Ya quiero aprender de todo mucho, y pasar horas intentando descifrar códigos terapéuticos...

Supongo que hablo sólo del placer que significa estar estudiando lo que a uno le gusta. Y del placer que significa en sí estudiar...

Me voy a dormir. Buenas noches.

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