Sunday, September 21, 2008

Generación perdida

Somos la generación perdida.
Esa que nació con plazas y juegos de tablero en los veranos familiares de playa,
y se fue poco a poco perdiendo entre las teclas de un computador.
Esa que creció creyendo que la vida era más fácil,
y hoy, en juventud, se encuentra con que internet no siempre tiene las respuestas que dice tener.

La generación que vio el vaciado camino entre la plaza de juegos y el mall.

Somos la generación perdida.
Esa que aún no acaba de convercerse de que así es mejor el mundo,
con tecnocracias burdas y políticos que sólo piensan en PIB.
Esa que no tiene pelos en la lengua para quedarse callada cuando hablan del golpe
o la pobreza,
o los ojos cansados del poeta desconocido que murió.

Esa misma que se debate entre las exigencias burocráticas de una sociedad de consumo,
y lo que todos dicen que significa "ser joven".

¿Dónde se nos quedaron los carretes para hablar de la tristeza del mundo y el futuro de Chile?
¿Dónde se nos quedaron las tardes de guitarra trovera con sueños hippies de "paz y amor"?
¿Dónde se nos quedó el sexo libre, el amor de puerto, el ponceo con sentido, las ganas de viajar?
¿Las protestas, la vida de barrio, las calles con hambre y sueños, la lucha absurda por seguir soñando?
¿Dónde se nos quedaron todo eso que los viejos dicen que los jóvenes hacemos?



Somos la generación perdida.

La generación entre cuatro paredes, entre libros universitarios que hablan de verdades inofensivas y alcances políticamente correctos para nuestros pensamientos post-modernistas.
La generación "comme il faut"
que se le olvida de tanto en tanto todo lo que le queda por vivir.
La generación del conformismo, del aquí y ahora, del "no importa, si contribuye al desarrollo de la economía nacional"...
La generación desenfadada del vino en botella, y las conversaciones de "cómo has estado, oye".

Y que el cigarro que hace mal, y que no tome mucho mijita que tiene que estudiar, para después trabajar y ser exitosa, y tener una vida exitosa para mostrar a los demás.
La generación que calla. Que no lucha. Que se nos muere entre los sueños.
Que apenas se conforma con el espacio remoto entre un reloj y el otro, para poder tener un poco tiempo para pensar sobre el absurdo cangrejo y su inmortalidad.
La generación que es mejor silenciar. Con la tele y los comerciales. Con los malls ruidosos en que no se puede conversar.
Con tele para tomar once en familia, y ¡no! Por favor no se nos vaya a ocurrir mirarnos a los ojos entre nosotros.
La generación perdida, que no quiere mirar más allá de las etiquetas de supermercado de "lleve dos y pague uno".

Es más fácil así.
Decir en un blog que somos la generación perdida,
y seguir con nuestras vidas perdidas entre ceja y ceja, no demasiado adentro con tal que no duela.
Porque hay tanto que leer, y estudiar, y trabajar, y ganar plata... ¡Que es mejor que no pensemos demasiado, no sea que se nos vaya el tren!

Aunque hay aquí una paradoja que pretende despertar aunque sea un pensamiento genuino entre tanta perdición: No podemos ser la generaciójn perdida, si no hubiese en nosotros la posibilidad de encontrar...

Quizás sea el tiempo.
Quizás eso de todo lo que estoy hablando.
Como dijo una gran colega: "tiempo, tiempo, tiempo... ¡Por favor!"