Siento cómo poco a poco se me agotan los sueños de ti. Cómo poco a poco me canso de pensarte, de buscarte entre mi silencio, de defenderte de mi entrega y dolores profundos que te odian sin parar. Cómo sin saber cuándo ni dónde, de pronto dejaste de ser el hombre que tanto esperé.
Quizás sea por mis ganas arrebatadas de ser libre otra vez. O por la culpa que nunca me ha permitido pensar en dos hombres a la vez. Quizás porque la espera ya rodea casi la locura, o simplemente porque llegó el punto de dejar caer. Dejar caer las cosas por su propio peso, dejar caer los sueños que me ataban a ti, dejar caer recuerdos, palabras, silencios y entredichos que nunca acabé de comprender.
Dejar caer el silencio que se inunda en tus promesas antiguas.
Dejar caer de pronto la imagen de aquel hombre que siempre quise que fueras.
Momento de cierres, de despedidas. Sorpresas turbias bajo el mantel de mi noche. Camisas oscuras que reclaman tu muerte. Un adiós entre dientes que nunca supe pronunciar al tiempo.
Al tiempo en que nos devoraron las almas. Al tiempo en que se acabaron los minutos, donde de pronto todo lo nuestro apareció como en un libro de microcuentos tirado en las afueras de un metro antiguo del Gran Santiago.
Ese Santiago melancólico y cabizbajo. Ese Santiago bohemio lleno de alcohol y pasiones arrebatadas. Ese Santiago meditabundo que aún habitas en las calles húmedas de rocío nocturno.
Derrámate en mi el tiempo que aún te quede para habitarme el cuerpo. Inúndame el alma de esa dulzura helada que me colma el tiempo y mis deseos de ti, que ya sabré abrigarme el alma y arropar mi llanto cuando ya no quede espacio para guarecerme en ti.
Quizás sea por mis ganas arrebatadas de ser libre otra vez. O por la culpa que nunca me ha permitido pensar en dos hombres a la vez. Quizás porque la espera ya rodea casi la locura, o simplemente porque llegó el punto de dejar caer. Dejar caer las cosas por su propio peso, dejar caer los sueños que me ataban a ti, dejar caer recuerdos, palabras, silencios y entredichos que nunca acabé de comprender.
Dejar caer el silencio que se inunda en tus promesas antiguas.
Dejar caer de pronto la imagen de aquel hombre que siempre quise que fueras.
Momento de cierres, de despedidas. Sorpresas turbias bajo el mantel de mi noche. Camisas oscuras que reclaman tu muerte. Un adiós entre dientes que nunca supe pronunciar al tiempo.
Al tiempo en que nos devoraron las almas. Al tiempo en que se acabaron los minutos, donde de pronto todo lo nuestro apareció como en un libro de microcuentos tirado en las afueras de un metro antiguo del Gran Santiago.
Ese Santiago melancólico y cabizbajo. Ese Santiago bohemio lleno de alcohol y pasiones arrebatadas. Ese Santiago meditabundo que aún habitas en las calles húmedas de rocío nocturno.
Derrámate en mi el tiempo que aún te quede para habitarme el cuerpo. Inúndame el alma de esa dulzura helada que me colma el tiempo y mis deseos de ti, que ya sabré abrigarme el alma y arropar mi llanto cuando ya no quede espacio para guarecerme en ti.
Porque cuando acabe el invierno, cuando la noche deje de ser tuya entera de misterios, cuando el silencio de pronto se colme de nuevas canciones y la lluvia sea dulce y transparente otra vez, dejarás pronto de habitar mi alma. Caerás entre las mil promesas vacías, y las infinitas mujeres de mí que nunca llegaste a conocer.
Que por este esqueleto de mi historia, sabrás perderte entre las venas de un pasado roído por el aire de mi voz. Sabrás morir entre los papeles rugosos que por fin serán llevados al vertedero de mi epitafio. Y serás de piedra, de aire transparente que se pierde en un suspiro y es devuelto tibio, masticado por un beso, que daré al hombre que haya decidido acompañarme, a pesar de mi misma y de esta historia que aún te recuerda. Aquel que decida en fin esperarme a pesar de ser todo lo imperfecta que siempre me recordaste que era, que decida desnudarme, a pesar de mis miedos y pasiones ocultas, y que me vuelva real, de nuevo, entre tanta lágrima...
Sabrás caer por tu propio peso. Que fue el peso que quise sostener de ti cuando te tome del brazo y decidí amarte como nadie. El peso que aquella vez te impidió cerrar los ojos, cuando entre gritos te pedí que me besaras. El peso que elegiste de ti mismo, esa noche en que elegiste perderme con la niebla, en vez de soñar el vértigo que yo me aprendí de memoria desde el día en que te ví matarme por primera vez.
Cuando ya no queden lágrimas para este final, sabrás amor, caer para siempre, infinito en tu humedad dispersa, donde a pesar de mi cuerpo frío y mis baúles de recuerdos, te veré deshacerte a mi alrededor con un nuevo misterio entre los dientes, esos que de golpe dejaron de sonreír en ti.
...................
"Cuentan que cuando un silencio aparecía entre dos
era que pasaba un ángel que les robaba la voz
Y hubo tal silencio el día que nos tocaba olvidar
que de tal suerte yo todavía no terminé de callar...
Todo empezó en la sorpresa, en un encuentro casual,
pero la noche es traviesa cuando se teje el azar
Sin querer se hace una ofrenda que pacta con el dolor,
y pasa un ángel, se hace leyenda, y se convierte en amor.
Ahora comprendo cuál era el ángel que entre nosotros pasó,
era el más temible, el implacable, el más feroz!
Ahora comprendo en total este silencio mortal:
ángel que pasa, besa y te abraza,
ángel para un final..."
(Silvio Rodríguez)
Que por este esqueleto de mi historia, sabrás perderte entre las venas de un pasado roído por el aire de mi voz. Sabrás morir entre los papeles rugosos que por fin serán llevados al vertedero de mi epitafio. Y serás de piedra, de aire transparente que se pierde en un suspiro y es devuelto tibio, masticado por un beso, que daré al hombre que haya decidido acompañarme, a pesar de mi misma y de esta historia que aún te recuerda. Aquel que decida en fin esperarme a pesar de ser todo lo imperfecta que siempre me recordaste que era, que decida desnudarme, a pesar de mis miedos y pasiones ocultas, y que me vuelva real, de nuevo, entre tanta lágrima...
Sabrás caer por tu propio peso. Que fue el peso que quise sostener de ti cuando te tome del brazo y decidí amarte como nadie. El peso que aquella vez te impidió cerrar los ojos, cuando entre gritos te pedí que me besaras. El peso que elegiste de ti mismo, esa noche en que elegiste perderme con la niebla, en vez de soñar el vértigo que yo me aprendí de memoria desde el día en que te ví matarme por primera vez.
Cuando ya no queden lágrimas para este final, sabrás amor, caer para siempre, infinito en tu humedad dispersa, donde a pesar de mi cuerpo frío y mis baúles de recuerdos, te veré deshacerte a mi alrededor con un nuevo misterio entre los dientes, esos que de golpe dejaron de sonreír en ti.
...................
"Cuentan que cuando un silencio aparecía entre dos
era que pasaba un ángel que les robaba la voz
Y hubo tal silencio el día que nos tocaba olvidar
que de tal suerte yo todavía no terminé de callar...
Todo empezó en la sorpresa, en un encuentro casual,
pero la noche es traviesa cuando se teje el azar
Sin querer se hace una ofrenda que pacta con el dolor,
y pasa un ángel, se hace leyenda, y se convierte en amor.
Ahora comprendo cuál era el ángel que entre nosotros pasó,
era el más temible, el implacable, el más feroz!
Ahora comprendo en total este silencio mortal:
ángel que pasa, besa y te abraza,
ángel para un final..."
(Silvio Rodríguez)
No comments:
Post a Comment