Cada día amanecen en un sol tibio mis ganas de empezar otra vez. Me levanto, algo abatida por la noche repleta de esos sueños de ti de los que no te enterarás jamás, tomo el desayuno malhumorada, y pronto se hace la hora de seguir viviendo...
Las gotas de agua tibia caen sobre mi cuerpo enjabonado, y con ahínco refriego los pliegues de mi cuerpo turbulento, cambiante por los días y los tiempos, desde el último día en que jugamos a ser dos. Me visto, me peino, elijo ropajes apropiados para la ocasión, y es entonces el espejo, que ya no puedo evitar, quien se abalanza sobre mí.
Ahí están frente a mí: este cuerpo solitario, la sonrisa un poco falsa, esos ojos detenidos. Las pestañas cansadas por el desvelo vulnerable de la noche anterior. Las pupilas cabizbajas como buscando aquello que no es visible a la luz del día. Los párpados semiabiertos que ya han comenzado a enterrar los recuerdos que me quedaban de ti.
Gritan las paredes el anuncio matutino:
Es hora de seguir viviendo.
La mañana apurada me trae reuniones diversas y ganas de encontrar un rumbo. Camino agitada por las calles de Santiago, y en silencio me confieso a mí misma que aún habitas algunos espacios que han inmolado tu recuerdo. Esos espacios infinitos que aún no quiero terminar de matar.
Algunas calles de Providencia, donde aún atravieso pensando en la posibilidad de un encuentro fortuito, que de ocurrir nunca sería del todo fortuito ya que en mi mente siempre estuvo la fantasía de su ocurrencia, lo que me habría permitido adelantarme al hecho y preparar el terreno (arreglándome un poco el pelo, por ejemplo).
Pero nunca apareces.
Aunque siempre que paso por ahí miro más de la cuenta. Y cuando voy en auto tomo la derecha y es como si por unos minutos el mundo se silenciara y las bocinas a mis espaldas no fueran suficientes para detener mi anhelo de poder encontrarte caminando por ahí.
Y cuando paseo por el metro, cerca de los mundos que habitamos juntos, siempre suelto la mano de mi compañero, como un gesto de fidelidad, como si ese lugar fuese tuyo y mío, y no habitase en el nadie más.
Ahí donde siempre acompaño mi andar con alguna canción propicia que me llena el alma de estos recuerdos dolorosos de ti.
Y entonces llega mi ansiada clase de Danza. Que viene a ser como una oda a la explosión de un cuerpo que baila sus emociones contradictorias y se libera de ataduras. Las ataduras que colman mi día de maquillajes y cinismos cómodos. Ataduras que me han llevado estos meses a disfrazar la pena diaria de ganas de "seguir viviendo", cuando en realidad se trata sólo de las absurdas máscaras de siempre. Se trata de ser adecuada, se trata de bordear la vida obviando su más intenso dolor. Se trata de bailar las ganas de quebrarme en pedazos y correr a buscarte.
En vez de todo eso, dejo de fumar, hago dieta, salgo con amigos, y beso a un hombre que se parece un poco a ti. Y pienso que me gusta bastante estar con él, más de lo que pensé, y entonces pienso que podría ser que lo que construyo con él pueda tener algún futuro.
Porque se trata de pensar que sigo viva. Y hacer algo con ello. Y también con él. Aunque esté clavado en el "también".
Y entonces siento ese espacio vacío donde tú siempre vuelves. Donde tú siempre me vuelves a doler. Donde mis sueños y ganas de vivir me vuelven a matar. Donde me faltas irremediablemente tú.
Donde el llanto no es sino un dolor profundo en el pecho, un desgarro inexplicable y nuevo, donde no puedo seguir ocultando que estoy un poco muerta.
Y entonces dejo de caminar por la acostumbrada Providencia, cuando ya es evidente que no has aparecido y sólo me queda la sensación estúpida de seguir esperándote. Me detengo unos minutos, me siento y lloro un poco. En mitad de la calle, con tu dulce sonrisa que ya no aparece sino en mi mente. En medio de esto que es mi vida, con nuestra historia que ya no es sino recuerdo profundo, ese que dolerá para siempre.
Pero llegará finalmente la noche otra vez, con su inevitable delirio.
Y apuro el sueño, que inevitablemente a veces te trae de vuelta, aunque pronto llegue nuevamente la hora de maquillarme los ojos y disfrazarme el pecho.
Todo en medio de este delirio que es el arte de seguir viva, a pesar de que te has llevado un poco de mi muerte, contigo.
"This is the way you left me, I'm not pretending,
no hope, no love, no glory, no happy ending.
This is the way that we love, like it's forever,
then live the rest of our lives, but not together...
This is the hardest story that I have ever told,
no hope, no love, no glory, happy ending's gone for ever more."
(Mika, Happy Ending)
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