Hijos míos, esto soy yo.
Un puñado de historias inconexas, un vaivén de sueños fugitivos, un espacio sin nombre ni tiempo.
Un cuerpo cargado de años pasados, de recuerdos e instantes que se quedan entre cada arruga apenas emergente de mi boca.
No sé si quiero estar de cumpleaños, esa es la verdad. No hay ni poesía ni palabrería barata en ello. Sólo que no sé si quiero cumplir años.
El último cumpleaños que recuerdo fue lindo, lleno de sorpresas, abrazos y luces por todas partes. Pero al mismo tiempo fue traumático, porque me valió un "darse cuenta", me valió un año de desencantamiento, de caída, de sueños que ya no fueron sueños sino la cruda certeza de que sólo eran inventos de mi aparato mental súper-mega-creativo. Y me valió también una terapia.
Mi analista quizás diría que tengo miedo. Y quizás sí, es cierto, quizás hay un poco de eso. Luego diría que la pregunta relevante es a qué le tengo miedo, y claro, nuevamente acertaría.
Creo que tengo miedo de seguir sumando años y apredizajes forzados, en vez de sumar inocencia y desvelo. Quizás tengo miedo de sumar matices de una vida simple y terrenal, en vez de sumar extremos en una vida absorta y delirante.
Este año no pasó en vano, y eso está claro. Ya no pediré los mismo tres deseos que el año que pasó, sino que pediré sueños nuevos, limpios, y acertados. Ya no me desgastaré pidiendo deseos al más puro estilo barroco-rococó que siempre terminan en un par de lágrimas y saludos incómodos de pasillo. Este domingo pediré deseos más próximos, más tibios y menos en el aire. Deseos que probablemente se cumplirán. Y quizás ese es el temor.
Hace un año escribía:
"Estornudo. Tres veces. Me voy a inventar un sueño en la almohada, o a soñar que sueño. Salud, dinero, amor?
Apagar tres veces los deseos que pediré,
cuando tres veces sumes siete,
o los dígitos de mi edad sumen tres.
Buenas noches, dulce veinteañera."
Y hoy escribo un absurdo párrafo de razones y fundamentos, y miedos a soñar, y sueños que no debí tener, y años de aprendizajes, y ay! no quiero cumplir 22!
Sí, todo cambia, es verdad. Pero hay cosas que no deberían cambiar nunca, como los deseos que pedí hace un año, que aunque no se cumplan debieron ser siempre los deseos que albergara esa dulce veinteañera.
Pero quizás el gran miedo está justamente en que, llenándome la boca de palabras de que "ya nada es lo que era" y que "un año más es un mundo de aprendizaje y sueños pasados y futuros que cambian", lo único que hago es intentar volver a eso que fui, a esos 21 años que pasaron por mi cuerpo, y de alguna manera se siguen quedando, quizás por algo más que un año.
Feliz cumpleaños veinte-un-añera, que viene a ser un poco lo mismo que veinteañera, sino fuera por un par de letras entre paréntesis, y un par de sueños entre comillas.
Salu!
Y feliz cumpleaños dr. Freud, que está el mismo día que yo! jaja