La ventana asoma triste una señora con su estomago hichado tomando té. Es espera, todo el tiempo que transcurre en aquel café. Es espera de un señor que nunca llega a sentarse junto a ella. Es espera de un papel que se le escurre escribiendo versos tristes con manchas cafeínicas, y música clásica de fondo, y sueños derramados en un cuadro de Van Gogh. Es espera en una tarde suave con otoños bajo las ramas, y el viento rojizo que se le cuela por las enaguas, aún cuando ya no exista quién crea en ellos y su palpitante deseo.
Es espera de un sueño detenido con los pies cansados, los pasajes en el bolsillo, y mi chaqueta de garzón. Es espera en los ojos de ella, en la quietud de un corazón que habita el ombligo resurgente. La ventana del café es espera en cualquier mesa que respire los resquicios de un futuro.
Es espera tu boca en mi estómago, que aún no existe como el de Ella, y quién sabe, quizás sólo exista en el sueño de existir, más lejos de tu boca que de los kilómetros recorridos por mi vuelo.
Espérame tú en el café, allí nos habremos de encontrar.
A las cinco en punto, cuando acabe mi turno, y tu afán loco de matar.
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Una amiga una vez me dijo:
"Si lo que tú has encontrado está formado por materia pura, jamás se pudrirá, y tú podrás volver un día. Si sólo fue un momento de luz, como la explosión de una estrella, entonces no encontrarás nada cuando regreses. Pero habrás visto una explosión de luz, y esto solo ya habrá valido la pena."